
El mundo del software se puede explicar fácilmente recurriendo a una comparación sencilla: los programas para ordenadores se pueden muy bien equiparar a las recetas de cocina. No son más que una serie de instrucciones a realizar: ponga una cucharada de aceite en una sartén, caliéntelo hasta 80ºC, casque un huevo y viértalo sobre la sartén, etc. Entre los programadores, esta receta o conjunto de instrucciones de un programa se denomina “código fuente”. Ahora pensemos en la tarta de queso que prepara nuestra tía Mariluz cuando amos a visitarla. Cada vez que recordamos lo deliciosa que es, pensamos: “tengo que acordarme de pedirle la receta”. De algún modo, hemos asumido que no puede negarse a dárnosla. Lo vemos natural, y de hecho nos parecería mal y nos enfadaríamos con ella si no lo hiciera, pues a ella no le cuesta nada, y a nosotros nos endulzaría la vida.
Sin embargo, no siempre es así. Algunas empresas, como la Coca Cola, venden alimentos o bebidas misteriosas. Quizá a regañadientes lleguen a decirnos los ingredientes que la componen, pero siempre se niegan en redondo a proporcionarnos la receta, el método de elaboración. No piensan en lo útil que nos podría ser para nuestra próxima fiesta. Como niños egoístas, prefieren guardarse su receta para ellos solos. Parece que han olvidado lo que les enseñaron en la guardería, que se juega más y mejor compartiendo los juguetes con los demás niños.
Comparemos su actitud con lo que nos encontramos en el mercado de nuestro barrio. Con frecuencia nos encontramos con un producto nuevo que nos llama la atención. Inmediatamente, le preguntamos a la tendera qué es y como se prepara. Antes de que acabe de darnos la receta, inevitablemente habrá otras personas en la fila que interrumpirán su explicación y nos ofrecerán sus propios consejos: añadir una pizca de tal especia que le dará toque especial a la salsa, combinarlo con tal otra cosa, etc. Si somos duchos en la cocina, con el tiempo nos atreveremos a experimentar con nuestras propias variaciones, con las que sorprenderemos a nuestros invitados, que nos pedirán a su vez “nuestra” receta.
Como vemos, la posibilidad de distribuir, usar y modificar las recetas permite descubrir y desplegar un abanico de sabores y aromas que ni el propio autor de la receta original sospechaba. Quizá a partir de la receta de nuestra tía podamos idear otro tipo de tartas, además de la de queso: de chocolate, de yogur, de frambuesa… En cambio, nunca podremos elaborar otro refresco a partir de la Coca Cola (en otro color, con sabor a horchata, con el doble de cafeína para las largas noches de estudio…). No es difícil discernir cual de las actitudes es más beneficiosa para el conjunto de la sociedad.
Volvamos ahora al mundo del software. Observaremos que la mayoría de las empresas tiene la misma actitud antisocial que la Coca Cola, agravada además por una situación de monopolio (u oligopolio en la mayoría de los casos actualmente, ndr), cualquiera que sea el segmento de mercado (sistemas operativos, bases de datos, tratamiento de imágenes, diseño asistido por computadora…). Sin embargo, al igual que en el caso de las recetas, no siempre ha sido así, y no tiene porque seguir siéndolo: las cosas se pueden hacer de otra manera.
Via | Taringa
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